25.09.2018.- Cuatro orejas cortó a su lote de Benito Mora,
destacando sobremanera con el cuarto al que a punto estuvo de cortar el rabo
La plaza de toros de Moya está situada a casi mil doscientos
metros de altitud, en lo alto de un cerro, con unas rampas que son toda una
prueba para el coche de cuadrillas. Ahí arriba, Jesús Duque dejó su impronta
del toreo de altura que atesora y que va fraguando sin prisa pero sin pausa
para un inminente futuro que cada día es más presente.
Dos orejas cortó al primero de su lote tras una faena
solvente y capaz para domeñar el temperamento sin clase del de Benito Mora.
Duque supo conjugar mando y estética para hilvanar un trasteo bien estructurado
y fiel a su concepto que conectó con los tendidos. Una buena estocada fue la
rúbrica a la obra antes de que el público pidiera los trofeos de manera
unánime.
El cuarto de la tarde fue un buen novillo que contrarrestó
su falta de fuerza con su excelsa clase, duración y nobleza. Fue premiado con
la vuelta al ruedo y Duque le cortó las dos orejas tras cuajarlo de principio a
fin. Desde el recibo de rodillas a la verónica hasta el arrimón final de faena
con luquecinas, circulares y desplantes.
Antes, el toreo fundamental por ambas manos, muletazos
profundos con las plantas asentadas y templando las embestidas con una cadencia
que hizo levantar al público de sus asientos. Entrega total y disposición
absoluta del diestro de Requena que abandonó la plaza al grito de
“Torero-torero”.
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